ASÍ SE CELEBRABA EL 21 DE MAYO EN EL BARRIO

CELEBRANDO EL 21 DE MAYO CON DON GERMAN MORALES, UN GRAN DIRIGENTE VECINAL* 

La noche anterior al 21 de mayo yo dormía poco, a saltos, preocupado para no quedarme dormido a la mañana siguiente. En la tarde había conversado con mi tata y preparado la bandera, que era la primera obligación del siguiente día, o al menos eso pensábamos. Me levantaría y subiría a la marquesina pequeña que había sobre la puerta de la casa y bajaría el asta que, muchas veces había pintado el tata. Pondría la bandera y correría al encuentro con don Germán Morales, al poste de luz frente a su casa. Pero eso sería al otro día, el día 21 de mayo, celebración del combate naval de Iquique y día feriado en nuestro país. Para llegar a tiempo había que acostarse temprano para no dormirse, pero la ansiedad hacía que eso fuera difícil esa noche anterior. Despertaba varias veces en la noche, pero todo en torno mío seguía oscuro. Había que esperar otro poco. Finalmente, el sueño me vencía y despertaba cuando escuchaba el primer “cañonazo”. La emoción de lo que venía hacía que me levantara de inmediato. Ponía la bandera en menos de lo que canta el gallo y partía hasta el punto de encuentro, aproximadamente a una cuadra de mi casa, frente a la de Don Germán y llegaba junto con otros madrugadores como yo que estaban cerca del estruendo de ese “primer cañonazo”. La “bomba” puesta en el hoyo del poste sonaba como un cañón. Don Germán nos daba unos minutos para llegar y unos pocos minutos después, partíamos hacia el siguiente poste. Ahora comprendo que él se había dado antes el trabajo de caminar todo el barrio buscando los postes adecuados para juntar a todos los niños del barrio para la gran celebración. Partíamos tras sus pasos en busca del siguiente cañón. No sé cuánto caminábamos entre uno y otro, pero el recorrido se nos hacía corto y tras cada detonación, se juntaban más y más niños para ir dando cumplimiento a la ceremonia de los veintiún cañonazos en honor a esos mártires de Iquique y de juntar a todos nuestros amigos del barrio y también muchos que no conocíamos. El último cañonazo lo tocábamos en el monolito de la plaza Fidel Muñoz Rodríguez. Cuando llegábamos a ese lugar de encuentro, se encontraban formadas las escuelas N° 20 y N° 18 y la brigada de boy-scout de la Baden-Powell. Posiblemente también un “escuadrón” del colegio Cervellón y del Santa Luisa de Marillac (Ambos de monjas y por lo tanto de mujeres) lo que cuando fuimos creciendo lo hacía muy interesante. También se había juntado un grupo de vecinos y otros niños y jóvenes que no habían participado de la ceremonia de los 21 cañonazos. Entonces una diana tocaba silencio en honor a los héroes de Iquique, se izaba la bandera en el monolito y se daba inicio al desfile bajo los sones de la banda de guerra de los scouts. No sé si sonaban bien o mal, pero para nosotros era tan marcial como el orfeón de carabineros o la banda de la marina.

Don Germán se encargaba siempre de tener preparado un montón de juegos entretenidos, con premios que para nosotros eran fantásticos: Las carreras en tres pies, la de ensacados, las de patines y otras pruebas nos permitían entretenernos toda la mañana y nos dejaba en el alma un sentido patrio difícil de describir con palabras.

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Comentarios

  1. Lindo recuerdo y gran relato de Pato. Don Germán un gran y entrañable vecino, que siempre de cualquier modo uno lo recuerda, con todas estas actividades que se hacían, y nos acercaba a nuestra historia. Sería lindo que se volviera a repetir actividades como esas.

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  2. Hermoso relato, si bien no crecí en estos barrios, pero era costumbre hacer actividades para estos días en muchos barrios, sin duda también mi mente se transportó a la niñez

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  3. Recuerdo muy bien las actividades de esa hermosa época, recuerdo a Pato y Mona organizando éstas y otras actividades para los más chicos, las disfrutamos mucho con mis hermanos , vivencias que quedarán en nuestra memoria y corazón por siempre.

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  4. Gran, emotivo y tremendo relato del Pato Castro. Don Germán era uno de esos hombres que aportan con su vida a nuestras vidas. Gracias, Pato
    Beto

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