EL JURADO ERES TÚ!! REPECHAJE DEL CONCURSO DE RELATOS BARRIALES. TERCERA SERIE-TRES RELATOS
NO DEJES DE VER LOS RELATOS GANADORES EN: https://zonatipicapv.cl/relatos-con-identidad/
TERCERA SERIE DEL REPECHAJE (TRES RELATOS)
Según los miembros del jurado, era difícil dejar fuera tantos relatos que merecían ser reconocidos. Es por esta razón que nos propusieron 12 relatos para ser votados por el publico, en una suerte de repechaje, los cuales se irán publicando en esta páginas de tres en tres, cada dos días, a partir del lunes 31 de agosto.
NO DEJES DE PARTICIPAR Y ELEGIR A LOS TRES MEJORES
Para participar de la votación, has llegar tu N° de carné y correo a: zonatipicapv@gmail.com, hasta el domingo seis (6) de septiembre a las 23:59 minutos, señalando que quieres participar en el concurso y te haremos llegar un voto electrónico al finalizar la publicación de los doce relatos.
ANECDOTARIO 2
(Livio)
A las
cinco de la tarde llegaban a celebrar todos mis amigos vestidos como de
“domingo”. Mis tías organizaban todo antes de la merienda y nos hacían ponernos
en fila para el rutinario desfile anual alrededor de la manzana, por ser el día
de la independencia. De vuelta a casa, se servían las delicias, tortas de piña
o durazno y con manjar que acompañábamos con bebidas o leche con chocolate.
Éramos muchos los niños del pasaje y de los alrededores. Corríamos detrás de
una pelota por la calle Palermo, nuestra calle la más arboleada, mientras las
niñas se reunían a jugar al luche o al elástico. Raramente pasaban automóviles,
solo un enorme auto americano de nuestro vecino a una hora determinada, quizás
el único en la cuadra. Era gigante, quizás más bien una lancha, y con dos alas
verdes llenas de poderosas luces, cabíamos prácticamente todos. Nuestro vecino
con sus hijos cotidianamente nos llevaba a lugares campestres a encumbrar
volantines, fue siempre un caballero muy generoso. Nuestro pasatiempo era
también caminar por los muros de los antejardines y colgarnos de un árbol
arqueado que se encontraba en el Pasaje La Razón. A nuestra temprana edad
cuestionábamos todo y dialogábamos de acontecimientos políticos, tal como lo
que sucedió cuando mi mejor amigo discrepo abruptamente conmigo, de que el Che
Guevara no era ningún héroe si no un bandido. Poco tiempo después, su familia
decidió irse a vivir al Barrio Alto, quizás volando en el automóvil de las
grandes alas. Nunca más nos volvimos a ver.
HISTORIA
DE UNA NIÑA DE BARRIO
(“la
cachitos”)
Corría
el año 1970, entonces, yo era una pre púber llena de energía y vida. Me peinaba
siempre con dos cachitos, por ello quedé como “la Cachitos”. El mejor tiempo
que recuerdo de mi juventud. Pertenecía a la Unidad Vecinal Nº 3 (UV3). La
dictadura nos llenó de números para controlarnos. Ya no éramos del barrio
Vivaceta Norte.
En la
UV3 había un presidente, Jorge Sánchez, que se preocupaba de organizarnos.
Todos los sábados habían actividades en la plaza Fidel Muñoz Rodríguez,
conocida como La Plaza de la Pileta. Nos juntábamos a jugar pimpón, taca taca,
voleibol, los Tiquis Taca (2 pelotas de no sé qué material, que colgaban de
unas cuerdas y las hacíamos chocar una con otra) y actividades de ocio que
disfrutábamos de sobremanera. Por las noches de fines de semanas, se hacían
bailes en la Escuela Nº 20 (hoy conocida como Eloísa Díaz). Estos empezaban a
las 20:00 hrs y terminaban a las 11:30. Ahí conocí mi primera ilusión de niña.
Un joven llamado Álvaro. Cada sábado asistía a los bailes para poder verlo. ¡Me
sentía tan feliz!, además, en esa época de eterna juventud participaba en los
Scout. Era girl guide, funcionaba en la Escuela N18 (ahora Juan Francisco de
Quito). En cada celebración importante para nuestro país participaban los
colegios del barrio. Desfilábamos con nuestros uniformes, falda, pantalón verde
musgo, medias plomas con pompones verdes y boina negra. Yo me sentía muy feliz,
ya que siempre pensaba que Álvaro me estaba mirando (obviamente nunca me vio)
así que desfilaba con mucho ahínco. Los Domingos se hacían fiesta en la pileta
de la segunda plaza. El Pelao Hernán ponía la música donde Don Max, un
almacenero buena honda con dos hijos gemelos. Su almacén era punto de
encuentro, helados, galletas, conversación y cigarrillos. En esa época
llegábamos los domingo muy temprano a la plaza para poder coger un asiento, ya
que la plaza se llenaba de nosotros. Juventud, pura juventud, obviamente cada
joven tenía su grupo. Estos grupos estaban constituidos por jóvenes de La Plaza
Central (mucho más bonita que las nuestras, pero que con el tiempo se
deterioró, hasta hoy), de la Población Las Rosas y sus alrededores. Éramos todos
muy unidos, a pesar de que existían los grupos todos nos conocíamos. También
existía un Centro Juvenil en donde se hacían las reuniones (le llamábamos
Discoteques Las Tablas) y participábamos todos. Claro que era dirigido por los
más grandes. De hecho, el gimnasio de la escuela Nº 20 se llenaba de jóvenes.
Había, también, un grupo de teatro. Éramos muy responsables. ¡Claro que no
faltaba el que de repente se ponía medio rebelde!. La música la ponía gratis el
Pelao Hernán. Para los 18 hacíamos fondas. Nunca olvidaré, aquella de un 18
perdido en el año 1971, se hizo en la primera plaza frente a mi casa, pero el
día 19, llovió tanto, que yo veía como el viento la desarmaba. Mi angustia era
dónde iba ir a bailar. Felizmente se habilitó la Escuela 18.
Los
veranos, participábamos de nuestra piscina del barrio, frente al cine Libertad,
donde teníamos un carné de socio. Yo la disfrutaba todo el día, desde la
mañana, después llegaba almorzar y me iba a la piscina nuevamente. A la salida,
pasábamos al almacén de don Daniel a comprar pan con ají. También la
cuidábamos, ya que éramos los encargados de mantenerla limpia. Aquí, también
hacíamos bailes y en la cancha de baby, que había al lado, jugábamos voleibol,
baby Fútbol femenino. Se hacían campeonatos entre los centros juveniles.
También, para la Fiesta de la Primavera hacíamos guerras entre plazas. Plaza
central contra nosotros, guerra de agua. Disfruté tanto ese tiempo en el que
viví mi juventud. Recuerdo los bailes que se hacían en el colegio Santa Luisa
de Marillac. ¡En fin!
Como
se ve, la pasábamos muy bien, llenos de bailes, fiestas y muchas actividades
colectivas. todo esto en los años 1970 a 1975. El mejor tiempo que me tocó
vivir y los más maravillosos, que nunca he olvidado, tampoco de mi primera
ilusión, Álvaro. al ritmo de The Credence Clearwater Revival, Deep Purple, The
Ten Years After, etc., etc., etc…..¡Juventud divino tesoro!
TODOS
TIENEN UNA CANCIÓN.
(Nütramkafe)
Tantas
veces recorrí esa calle. De ida y de vuelta. Cada día para ir a clases y volver
en la tarde. Y siempre la música en mi mente. Y pasar por la casa de quién más
gustaba. Sin embargo, eran puros sueños, porque ella tenía su pololo desde
siempre. Luego, mis afanes, me apartaban de esos devaneos.
Y
siempre había una canción, que se escapaba por algunas de las ventanas de esas
hermosas casas. Y en ese caminar apresurado, iba distinguiendo los sonidos.
Linda
calle, hermosos árboles. Siempre me gustaron las buganvilias y sus hermosos y
diferentes colores. Alguna vez tendré en mi casa, uno de esos árboles. Sueño no
cumplido.
Pero
había una canción, una muy popular en esos tiempos, no era de mi agrado, pero
le gustaba a mi madre y era pegajosa. Su autor era Chico Buarque, con un sonido
y melodía de banda, que decía:
“La
misma plaza, el mismo banco, las mismas flores, el mismo jardín,
Todo
es igual me siento triste, pues no te tengo, cerquita de mi”
Y
hasta hoy, cuando la nostalgia me invade, oigo los sones de esa canción.
Pero,
decididamente no era mi canción. Y pensaba, para cada uno de nuestros recuerdos
debe haber una canción, que nos detiene en el tiempo, que nos transporta a esos
momentos mágicos.
No sé
porque razón, no alcancé a llegar a Av Independencia. Me devolví. Pasé
nuevamente por el frente de la casa de ese amor imposible. Sentí un murmullo,
mire hacia atrás y dos acacias se secreteaban con una sonrisa después de pasar
nuevamente por allí. Ellos, muy perceptivos, habían notado mis secretos.
Llegué
a Escanilla y viré hacia el norte. Crucé la Plaza Los Nidos. Luego sin querer,
mis pasos se dirigieron hacia donde mi amigo de la música.
Sí,
todos tienen su canción. Y allí podría
escuchar esa otra melodía que me llegaba hasta lo más profundo de mí. La
canción que me dejaste.
El
tenía en sus vinilos la historia de cada uno de nosotros.
Pero
yo, uno de los pocos, sabía que mi amigo también tenía su canción más sentida.
Cómo voto?
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