SALUD MENTAL Y TERRITORIO, EN CONTEXTO DE PANDEMIA. SEGUNDO CONVERSATORIO BARRIAL

 SALUD MENTAL Y TERRITORIO, EN CONTEXTO DE PANDEMIA

Fue el tema tratado esta vez, con tres expertas en la materia. Hubo una muy buena concurrencia, como lo muestran las imágenes. Muchos de los asistentes hicieron interesantes preguntas a las panelistas, lo que permitió ampliar la perspectiva de lo tratado y aterrizarlo a nuestras experiencias cotidianas, con  un gran sentido de territorio. Entre los asistentes, se encontraban socios, socias, vecinos y vecinas. A todos ellos, les agradecemos su asistencia a este tipo de instancia, pues le da sentido a lo que hacemos en pro de un mayor y mejor sentido de comunidad.   



RESUMEN DE LAS EXPOSICIONES

Conversatorio Salud mental y territorio en pandemia. Cuidarnos: cómo construir una salud mental desde los cuidados colectivos. Por Mariana Gálvez Ramírez

La breve intervención que compartimos tiene que ver con un aspecto bien local y situado acerca de lo que podríamos denominar salud mental y políticas del cuidado, y proviene de la experiencia de trabajo territorial y desde un hospital general en la comuna de Independencia.

Se pretendió ensayar algunas ideas respecto de ciertas salidas en común a las problemáticas de salud mental que nos aquejan como sociedad, y que -diversos indicadores o estudios nos han mostrado- se han visto incrementadas con la actual situación de pandemia.

Se ha articulado esta intervención a partir de dos situaciones/pesquisas provenientes de procesos colectivos de encuentro y acompañamiento en la pandemia; ambas en relación con cómo cuidarnos en los distintos modos de transitar por la pandemia y el confinamiento, que proponen justamente la posibilidad de pensar la salud mental como una constante o un movimiento que se realiza en el encuentro con otros. Proponen pensar la salud mental como eso que se construye en la medida en que se pueden compartir experiencias, coincidencias, discordancias.

¿Cómo pensar los cuidados desde aquí?

Una respuesta que intentamos bosquejar tiene que ver con estos ligeros movimientos que se compartieron: en primer lugar, abriendo la posibilidad de relevar la construcción de espacios otros allí donde parece que no hay salida, inventando otras posibilidades. Entonces, para cuidarnos, partimos desde los afectos, para pensar en los cuidados colectivos, partimos desde la subjetividad, no una subjetividad que separa, sino que nos encuentra en lo que de común han tenido nuestras experiencias y nuestras posibilidades. Compartir espacios que colectivizan, que no quedan en la fantasía individual, sino que son puntapié para compartir experiencias y crear espacios.

No hablo, por supuesto, de que cuidar(nos) en estos términos sea desconocer una lectura científica y las recomendaciones concretas que se deben tomar ante una situación de pandemia, mucho menos de que no debemos exigir presupuesto, espacio, condiciones de salud social y de salud mental.

Más bien todo lo contrario, de que estos nuevos cuidados, en definitiva, tienen que ver con la posibilidad de construir una salud mental que apunte a lo colectivo, que releve que no existe salud mental en abstracto, sin un territorio.

Salud mental y territorio en el contexto de pandemia. IDEAS PRINCIPALES (María Isabel Reyes Espejo)

La vida individual y comunitaria, transcurre en un territorio que le da encuadre y significado. Desde la geografía crítica, el concepto de territorialidad nos recuerda que las dimensiones culturales, sociales y políticas operan y atraviesan nuestras vidas, reconociendo los procesos no espaciales que posibilitan reconocimientos identitarios a nivel social, como la pertenencia/exclusión a una organización, barrio o vecindario, comunidad o localidad. Esta experiencia se relaciona con el bien-estar, el buen-vivir de las comunidades y que, en tiempos de pandemia, lo podemos describir (por su presencia/ausencia) desde las vivencias de arraigo y movimiento en el barrio; de conexión y relación con nuestros/as vecinos/vecinas, pero también a través de los aprendizajes que contiene nuestra territorialidad, recurriendo a la memoria (lo que hicimos en otras emergencias). Y por supuesto que todo esto tiene que ver con la Salud Mental.

Entenderé que solo puede haber salud mental cuando las condiciones de vida y la posibilidad de desarrollar habilidades diversas, permiten a las personas satisfacer sus necesidades y lidiar apropiadamente con los aspectos que le son relevantes. Sin duda, el barrio forma parte del problema del malestar (lo vive) y de su recuperación. Porque la crisis sanitaria es un fenómeno social -no es individual- y al comprender esto, podremos tomar algo de distancia de los discursos biopolíticos basados en el temor a la muerte como único eje para promover el auto cuidado y cuidado mutuo. La salud mental es un movimiento; donde cada participante desde su agencia social, filiación cultural, de género y territorio con sentido crítico y persistencia ejercemos el poder de transformar los procesos de malestar.

En estos tiempos, para algunos atípicos, somos testigos y vivimos el mal-estar de estar confinados a nuestras relaciones más cercanas, parapetados en nuestros hogares. No obstante, este malestar, también se gesta en el despertar ciudadano (feminista, el 2018 y de revuelta social, el 2019). Por ello, tiene algo de reivindicativo, al tomar conciencia de las brechas que se mantienen a través del tiempo (de género, clase, generacionales, etc.), pero que son vividas por algunos, diariamente. Recordemos que, para muchos en Chile, el (sobre) vivir en “emergencia” es más bien su cotidianeidad. Algo que, me parece, debiéramos transformar.

 Soñamos y buscamos significados y soluciones en el futuro: ¿Qué vamos a hacer cuando esto termine? Además, de abrazarnos y bailar, espero que podamos RECORDAR. Volver al corazón nuestras reflexiones y diálogos en pandemia, nos permitirá levantar aprendizajes, analizar formar de organización, respuestas disidentes, creativas y nuevas. ¿La post pandemia será una nueva normalidad? ¿Es posible olvidar/ borrar lo vivido?  Para mi la respuesta es no; tratemos de recuperar y levantar las prácticas y formas de acción comunitarias basadas en la solidaridad, cuidado y autogestión que surgieron como alternativa comportamiento desorganizado y sin planificación que operó en tiempos de pandemia. Cargadas de estas y otras historias/memorias, podremos pensar en una salud mental movilizadora que -desde el malestar (y sin negar la importancia del dolor)- nos impulse a equiparar las oportunidades que tenemos para realizar transformaciones sociales profundas en distintos niveles y sentidos. No estamos por la idea de patologizar más nuestras identidades. Con una comprensión comunitaria y territorial de la salud mental, buscamos fomentar habilidades de enfrentamiento basado en reconocimiento de los DDHH, la memoria colectiva, la cultura de participación y el fortalecimiento de las redes locales; pero, sobre todo, evidenciando la necesidad de coordinación de los cuidados a nivel social, porque el cuidado es un recurso social que debemos proteger y hacer circular. 





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