RECUERDO DE FIESTAS PATRIAS EL LA FIDEL

 

FIESTAS PATRIAS EN LA PLAZA FIDEL MUÑOZ RODRÍGUEZ 

Sergio Rojas (Cometa Escudero), vecino de la calle Diana 

En la población Vivaceta Sur, donde he nacido y vivido toda mi vida, hay una edificación que, en tiempos de elecciones, siempre se ha  usado como lugar de votación. La construcción al este colinda con la calle Maruri, al norte con la calle Nueva de Matte. De aquí hasta el centro funcionaba la escuela número veinte, donde se educaba a las niñas. Del medio hacia el sur, hasta la calle Los Nidos, funcionaba la escuela número dieciocho, donde se enseñaba a los varones. La entrada principal de las escuelas dieciocho y veinte era por la calle Huasco. Al frente de la escuela desde la calle Huasco, hasta la calle Freirina, tenemos un parque que consta de tres plazas. En la plaza del medio del parque, entre la calle "Navarrete y López" y la calle Escanilla, teníamos una pileta de unos veinte metros de diámetro y de unos noventa centímetros de profundidad. La pileta tenía al centro un montículo cubierto de piedras (bolones). Arriba y al centro de este montículo, había una cañería de donde fluía el agua. En esa época, en el verano, llegaban unos niños con menos recursos que nosotros y usaban la pileta como piscina. Muchos de ellos se bañaban “como Dios los trajo al mundo “. Al costado colindante con la calle Escanilla, había un cuadrado enrejado de seis metros por lado. En este lugar hay un monolito, rodeado de pavimento y pasto. En la cima de este monolito se elevaba un mástil de madera de unos cinco  metros de altura.

 

Irene Banda, en la pileta de la Plaza Fidel Muñoz Rodríguez, años 60s

Al principio de la década del cincuenta, cuando yo tenía alrededor de siete años y empezaba septiembre, el mes de la patria, el presidente de la junta de vecinos, don Germán Morales, con la directiva y los vecinos, comenzaron a preparar las fiestas “dieciocheras". Las citaciones a reunión se hicieron frecuentes. Yo, en esa época, era chico, flaco, callejero y curioso. A veces, cuando la junta de vecinos citaba a reunión en su sede, ubicada en el club social de la calle Nueva de Matte, los pobladores acudían en tropel. Y yo, interesado en las fiestas patrias, me colaba entre las piernas de los socios. En algunas ocasiones, yo no podía entrar porque era reunión de la directiva y no me admitían, o a veces estaba lleno y los socios se agolpaban en la puerta. Ni un alfiler podía pasar; yo tenía que escuchar desde la puerta o la ventana.

Como todas las viviendas de la Población Vivaceta, las entregaron con un mástil colocado arriba del dintel de la puerta principal. Citaron a una reunión solo para tratar el tema: ¿Quiénes tenían escaleras?, ¿Quiénes podían ayudar o prestar una escalera para pintar la fachada de las casas, o para poner la bandera en el mástil que estaba arriba de la marquesina?, ¿Quiénes necesitaban ayuda o escalera?

Irene Banda, en el monolito de la Plaza Fidel Muñoz Rodríguez, con sus hijos, años 60s

Tempranito, llegué un día a la plaza Fidel Muñoz Rodríguez. Los vecinos estaban trabajando. Unos vaciaron, sacaron el barro, barrieron y lavaron la pileta. Al lado norte de esta, otros excavaron hoyos,  en uno más alejado de los otros enterraron un poste de diámetro de seis metros,  hasta una profundidad de un metro,  en cuya punta previamente habían clavado un palo en cruz, en otros hoyos afirmaron palos parados formando un rectángulo,  que sería la base de la ramada. Luego trajeron ramas de palmeras y las pusieron alrededor y otras arriba para que sirvieran de techo. Varios vecinos hicieron un mesón de madera. Unas vecinas trajeron banderas hechas con papel de volantín, fabricadas por ellas mismas en sus casas, y adornaron la ramada. Otro día, llegaron los Boy Scouts con sus tambores sonando a la calle Freirina, donde vivía don Germán Morales, presidente de la junta de vecinos, quien tenía su casa junto a la de don Carlos Bravo, comandante de la brigada de Boy Scouts Robert Baden-Powell. No me acuerdo si solo pusieron la bandera de su comandante o también la del hogar de don Germán Morales.

 
Irene en la Plaza Fidel Muñoz Rodríguez, años 60s

Estaba lista la ramada con sus guirnaldas de banderas chilenas. Cerca de la pileta reluciente con aguas cristalinas, ¡qué hermosa se veía! Cerca estaba el palo encebado con sus premios arriba en la punta, colgando del madero en cruz, esperando a los interesados escaladores. ¿Cómo pusieron el cebo en el poste y los premios en la cima? No sé, porque no lo vi. Casi todas las viviendas tenían su fachada pintada,  menos la mía,  y todas lucían sus banderas en el asta flameando al viento , excepto la mía, porque no teníamos bandera; solo estaba el mástil arriba de la marquesina. Los volantines volaban en el cielo. El diecisiete fue la inauguración y el dieciocho de septiembre, temprano en la mañana, al frente del monolito estaba el "Mamo" con el micrófono en la mano, enfrentando la calle Escanilla. Delante de él, sobre una mesa, estaba la bandera chilena, doblada y lista para ser izada luego. Atrás de él había sillas esperando a las autoridades.

 En ese tiempo, todos los que podían se compraban ropa. Muchas familias completas lucían ropa nueva. 

Ya venían por el lado norte de la plaza, marchando desde la escuela veinte, los cursos de las niñas guiadas por sus profesores. También por el lado sur se acercaban los cursos de los varones desde la escuela dieciocho, con sus profesores vigilándolos. ¡Qué lindos se veían!

De repente, escuchamos los tambores de los Boy Scouts. Todos los niños corrimos a su encuentro. Venían desfilando por la calle Nueva De Matte, desde su cuartel ubicado en la avenida Fermín Vivaceta, frente al hipódromo Chile, en un amplio terreno al que yo, con unos amigos, íbamos a caminar entre una acequia y la zarzamora. Nos sentíamos como exploradores en la selva. Detrás del "guaripola", venía su comandante, don Carlos Bravo, con su uniforme. Fueron tantos años atrás que no estoy seguro si el uniforme era azul. Al llegar a la calle Freirina, el Boy Scout que encabezaba el desfile se detuvo unos segundos y, con el bastón de mando, indicó el sur de la calle Freirina, y por esta continuó la marcha. Al pasar por las viviendas de don Germán Morales y la de su comandante, don Carlos Bravo, el guía hizo un movimiento con la guaripola y sonaron las trompetas. Luego, siguieron hasta la calle Los Nidos, entraron por la calle Escanilla, llegaron a la concentración y, maniobrando, se formaron en el centro, entre los cursos de las escuelas, de los vecinos y concurrentes.

Al frente de ellos estaban las autoridades: el presidente de la junta de vecinos, don Germán Morales; la directora de la escuela número veinte; el director de la escuela número dieciocho, y varios otros. Salieron de la tropa tres Boy Scouts, tomaron la bandera chilena y, con todos los asistentes cantando al son de la canción nacional, la izaron. ¡Qué maravillosos recuerdos! Luego de los discursos de los dirigentes, partimos al teatro Libertad a ver una película. Primero, los cursos de las niñas de la escuela veinte y de otro colegio atravesaron la plaza Fidel y el pasaje Constancia. Los cursos de los varones pasaron por el pasaje Perseverancia; entre medio, yo con mis amigos y los vecinos con sus familias. En el teatro Libertad, a las escolares las hicieron pasar al balcón, y a los escolares varones los dirigieron a la galería. Ahí entré yo con mis amigos y mucha gente más. Se llenó el teatro; ya no cabía ni una mosca.

Al otro día 19 de septiembre, a primera hora de la mañana, en la calle Escanilla comenzaron las competencias de las carreras. Los premios eran en plata. Yo, en la carrera de "ensacados", me gané unos pesos. Todos esos días festivos, nuestro parque estuvo lleno de gente: montones de niños, algunos con sus familias, muchos de otros lugares. En la plaza principal, los columpios, los resbalines, los balancines, las estructuras de fierro con las argollas, los trapecios y las escaleras metálicas, y los veinte bancos de cemento estaban todos ocupados. La plaza del centro, con sus doce bancos, también estaba llena de gente, y hasta en la tercera plaza, personas sentadas en los catorce bancos de concreto conversaban o miraban a los niños que disfrutaban del parque.

 

Años y años fuimos felices. Cuando un día apareció una bandera negra en el mástil del monolito de nuestro parque, una vez llegó una patrulla de uniformados; entre varios de ellos, haciendo palanca, quebraron el mástil. En una ocasión, llegaron unos camiones cargados de tierra y la vaciaron en la pileta; luego demolieron el montículo. El círculo de bloques de piedras aún deja ver dónde vivió nuestra apreciada pileta. El tiempo pasó implacable. ¿Cuánta gente ha ido a sufragar en las escuelas dieciocho y veinte? ¿Cuántas niñas y niños han estudiado en estos colegios? Miles y miles de ellos pasaron, se sentaron o disfrutaron alegres juegos en nuestro parque. Mi corazón aún recuerda el monolito completo con su mástil y su placa de bronce, donde decía: "Plaza Fidel Muñoz Rodríguez".

 

Sergio Rojas (Cometa Escudero): Año 1972. Calle Diana 1873 Mi motoneta y la casa donde nací, la que todavía tenía el mástil que traía desde cuando mis padres llegaron aquí.


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