LA CASONA INOLVIDABLE Y EL ÁRBOL DE LOS COCOS
LA CASONA INOLVIDABLE Y EL ÁRBOL DE LOS COCOS
Cometa Escudero, vecino de Diana
Debe haber sido en el año 1949, porque yo debía haber tenido cinco años y en un día lunes. Sí, porque los domingos mi padre iba al hipódromo Chile a depositar todo su dinero y los lunes eran días de ayuno, ¿O Sería un día martes? Porque a veces también ayunamos.
Ese día, yo estaba en mi jardín con el estómago vacío. Era a una linda mañana y no me imaginaba lo feliz que sería aquel día.
Desde el frente de mi casa salió mi gran amigo Horacio, acompañado de su madre. Yo me les pegué como lapa. Partimos de la calle Diana por el pasaje Constancia. Atravesamos la plaza Fidel Muñoz Rodríguez, pasamos la escuela número 18, seguimos por la calle Los Nidos con dirección hacia la avenida Independencia. Antes de llegar al árbol gigante de los cocos, llegamos a un terreno cercado. Por una puerta atravesamos el cerco, continué con mi amigo, subimos como cinco peldaños de concreto, entramos por una puerta gigante, llegamos a un recinto grande. El cielo de la casona era alto, muy alto. Nos juntamos como con veinte o treinta niños y niñas.
Le pregunté a mi amigo Horacio qué era, me contestó que era leche con quaker. Todos los niños acabaron sus brebajes. Yo, con la lengua pasándomela por los labios, saboreaba los últimos restos del néctar divino.
Luego nos llevaron a otra sala grande, llena de juguetes de madera pintados de vivos colores. Todos jugando, la felicidad aumentada irradiaba por todos lados. Luego nos llevaron al inmenso patio rodeado de árboles, algunos con frutas en el suelo. Debo de haber estado en el paraíso.
Estábamos encantados jugando, cuando nos hicieron agachar formando un círculo. Una niña con un pañuelo corría a nuestras espaldas y todos cantando:
La niña María ha salido en el baile, baila que baila que baila y si no lo baila, castigo le darán, por lo bien que lo baila. Hermosa soledad, baile usted que la quiero ver bailar ”…
Después me tocó ser la niña María y correr rodeándolos a todos y cantando.
Cuando llegue a mi casa, mi hermana mayor me agarró y con la palma de su mano me aforro por todos lados. Reclamaba y reclamaba, a pesar de dejarme las piernas coloradas y el trasero adolorido. Fue una jornada maravillosa.
Ese día me acosté temprano, antes de que llegara mi madre, y dormí con dulces sueños.
Al otro día, amanecí abrazado a las piernas benditas de mi adorada madre. Junté mis labios a sus pies y se los besé.
Cuando mi madre se levantó, la seguí hasta la cocina. Ella tomó el tarro del pan, lo abrió y me dio media marraqueta, pero no me lo comí. Ilusionado, lo guardé en mi bolsillo destinándolo para ser acompañante de la leche con quaker.
Muy temprano en la mañana, esperando en mi jardín, pasaban mis vecinos a su dura jornada y mi amigo Horacio no aparecía. Creo que me fui a tomar un poco de agua y volví corriendo, esperando y esperando. Decidí partir, me fui a toda carrera por el camino que ya conocía. Al divisar el árbol gigante de los cocos, sentí que ya estaba cerca. Llegué a la puerta cerrada del cerco del Kindergarten, detrás del cerco había una persona. Traté de que me abriera la puerta pero me echó. No me quedó otra que irme. Metí mis manos en los bolsillos para desahogarme con mi pan, pero los bolsillos estaban vacíos. Sentí tanta frustración que, golpeado, me alejé buscando mi pan y mirando la casona que me pareció que resplandecía de felices risas de los afortunados niños. Caminé como sesenta metros por la calle Los Nidos hacia la avenida Independencia, mirando el suelo. Cuando llegué al piso cubierto por los cocos del árbol gigante, el cuál levantaba con sus raíces como un metro de altura el pavimento de la vereda y de la calle. Me di cuenta de mi error y tomé el camino correcto. En la plaza Fidel no recordaba por cuál lado había pasado la pileta. Llegué a mi casa pero el pan se lo había tragado la tierra.
...Esa vez, mi hermana no me pegó. Cuando me sirvió en el almuerzo el plato con las sabrosas pantrucas. A pesar que ella y mi madre cocinaban maravillosamente no las vi tan apetitosas. Con un sabor amargo, me las comí .
Los cocos o bellotas eran mucho más grande que una avellana. No recuerdo si vi en el Kindergarten hacer collares con ellos.
Nunca más en mi vida entré a la casona del Kindergarten, y hasta ahora me muero de ganas de visitar dónde por un día fui feliz.
SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES (RRSS)
zonatipicapv.cl (Página web)
zonatipicapv.blogspot.com (Blog)
Zona Típica Población Vivaceta N&S-Los Nidos (YouTube)
@zona_pv (Twitter)
Zona Típica PV-Los Nidos (Facebook)
@pvnortesur (Instagram)
radiorutaustral.cl, los sábados de 11:00 a 14:00 horas
Precioso,tal como me acuerdo del kindergarten, La Casa de Lily,la leche con cuaquer,los juegos,los árboles,la infancia de muchos de los niños y niñas del barrio hijos e hijas de padres trabajadores . Que pena que el autor de este relato no pudo gozar de esos momentos maravillosos en la niñéz.
ResponderEliminar