NO PODEMOS RENUNCIAR A NUESTRO BARRIO
No podemos renunciar a nuestro barrio*
Hay ideas que no requieren apellido para sentirse verdaderas. Cuando pensamos en Vivaceta Norte–Sur, surge una certeza que no necesita autor: ¿cómo podría alguien desprenderse de un lugar que ha moldeado su vida, su memoria y su manera de estar en el mundo? Nuestro barrio no se explica solo por sus casas antiguas o sus calles familiares, sino por la fuerza emocional y comunitaria que lo sostiene desde hace casi un siglo.
Este viernes vivimos un hecho sin precedentes: la primera consulta ciudadana del proceso de declaratoria de Zona Típica. No es solo un paso administrativo; es la confirmación de que las Poblaciones Vivaceta Norte y Sur forman un territorio con identidad propia, tejido por generaciones que han resistido crisis, cambios urbanos y presiones externas sin perder su sentido de comunidad.
Vivaceta es un lugar en movimiento. No permanece quieto: se transforma, resiste y vuelve a empezar. Sus pasajes, escuelas, almacenes y sedes sociales son recordatorios de que bajo la vida cotidiana existe un sustrato profundo de memoria compartida. Aquí, donde hubo dificultades, también surgieron redes solidarias; donde se intentó imponer olvido, nació una conciencia patrimonial que hoy nos reúne.
Por eso cuesta renunciar a este barrio. No porque sea perfecto, sino porque es irreemplazable. Porque su valor no está en el mercado, sino en la vida que posibilita. Porque no existe “otro Vivaceta” en ningún mapa del planeta.
La consulta de este viernes es, en el fondo, una declaración colectiva: este barrio importa. Importa lo suficiente como para defenderlo, protegerlo y proyectarlo hacia el futuro.
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